Seguidores

sábado, 2 de febrero de 2013

Capítulo 11


Fui capaz de mantenerme segura y serena. Pablo seguía a mi lado, por suerte. Fue un momento muy importante. Se intercambiaron miradas, sensaciones, sentimientos… Sentí que Pablo era solo un personaje secundario en esa escena, que los verdaderamente importantes éramos Arturo y yo. Tal vez, nuestra historia todavía no había terminado.
Me imaginé volver a casa. Pablo y yo por un lado, Arturo por otro. Seguir con nuestras vidas, esta vez sin dejarnos nada por concluir.
Arturo cogió sus cosas y las levantó. Se puso a andar, él solo. Nadie intentó detenerlo. Todos sabíamos como era y lo peligroso que podía ser enfadado.
Si se quería ir, que se fuera. Era probable que a todos nos fuera mejor sin él. Y viceversa, por supuesto.
-Creo que no le ha gustado demasiado que tú y yo…-suspiró Pablo.
-Ya sabíamos que esto pasaría.
Arturo era cabezón y orgulloso, era el antagonista de Pablo.
-Espero que te alegre saber que no me arrepiento de nada-dije en voz más baja, con la intención de que Aklenk y Rewth no me escucharan.
-Me alegra, sí, aunque nunca he dudado de ti-me sonrió.
En ese momento, me di cuenta de que no tenía que seguir conteniendo mis ganas de besarlo. Hice exactamente lo que necesitaba en ese momento y me sentí mejor.
Aklenk y Rewth nos dejaron un poco de espacio, hasta que nosotros nos acercamos.
-No sé si se habrá ido o no-sacudió la cabeza Rewth.
-Es muy idiota, podría haber hecho absolutamente cualquier cosa-bufé-Prefería que no estuviera con nosotros, estoy segura de que no tendríamos tantas complicaciones-solté, sin pararme a pensar en nada.
Nadie me respondió, pero se miraron entre ellos.
-Será mejor que nos vayamos poniendo en marcha… Si quiere encontrarnos, sabrá hacerlo-terció Aklenk.
No opuse ninguna objeción. Estaba deseosa de que todo aquello terminara, quería volver a mi casa. Sí, me había vuelto más dura que la vez anterior, pero siempre seguiría teniendo ese anhelo, pasara lo que pasase y aunque Layndeian fuera un lugar maravilloso, en el que tal vez algún día pudiéramos ser nosotros mismos, sin ninguna complicación añadida.
-¿Cuántos días, más o menos, tendremos que seguir?
-Yo creo que por lo menos una semana, tranquilamente. Aunque espero que podamos llegar en cuatro días, si no nos encontramos con ningún problema.
-Ojalá…-suspiré-¿Pero qué haremos al llegar?
-Investigar.
Sonaba tan… fácil. Pero no iba a ser fácil. Me mordí el labio inferior. Pablo me guiñó un ojo.
-No pasará nada, recuerda que estaremos juntos.
Me reí, como si hubiera dicho una tontería muy grande, aunque en verdad, me había reconfortado.
-Te quiero-suspiré.
Me miró y me tocó la frente.
-¿Qué pasa?
-Es muy raro que lo digas, debes de tener fiebre.
-Hechos son amores y no buenas razones-recité.
-Pero alguna vez puedes necesitar que te lo digan…
-Te lo acabo de decir, tonto-me reí-Yo no necesito que me lo di…-me interrumpí. Sí que lo necesitaba. Ahora comprendía a que se refería Pablo. Cuando él me lo decía, sentía una especie de cosquilleo por dentro. Me prometí decírselo más a menudo.
Me restregué los ojos. No tenía sueño, pero notaba la vista cansada. Tenía temporadas en las que me notaba así y tenía que usar gafas. Lamenté no haberlas traído conmigo, pero una mochila no daba para tantas cosas y había cosas más útiles que debía incluir.
Pasamos una hora y Arturo no apareció. Empecé a admitir que nuestros caminos se habían separado, tal vez, definitivamente.
¿Estaba todo terminado? Me obligué a pensar que sí.
-No te preocupes por él, sabe cuidarse-me dijo Rewth, leyendo mis pensamientos a la perfección.
-Es demasiado testarudo como para no meterse en líos-repliqué.
-Fue a hablar-se rió él.
Le sonreí con tranquilidad. Paré unos segundos para atarme los zapatos y reanudé la marcha.
Me alegraba de estar viviendo esto con ellos. Eran la mejor compañía que podía tener.
Llegó la noche y Arturo no había aparecido. Me resigné a aceptar la idea de que nos había dejado.
Los días siguientes no fueron demasiados interesantes. Más bien, se convirtieron en monótonos. Lo verdaderamente terrible llegó cuando Rewth nos informó de que habíamos llegado al límite de ``nuestro´´ territorio.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Capítulo 10


Traté de centrarme y ponerme seria mientras volvíamos. Vi a Arturo, con cara de enfado. Me sonrojé un poco. No me sentía arrepentida pero sí culpable, por no decirle nada, por haberle dado esperanzas. Suspiré, debía parecer exactamente igual que antes.
-Os estábamos esperando-nos dijo-¿Os perdisteis?
-No, solo estuvimos dando una vuelta-respondió con una seguridad envidiable Pablo.
-¿Qué tal la herida?
-Bien, no es nada…
Pablo agachó la cabeza.
-No pienses en ello-dije en voz alta, antes de conseguir callarme.
-Noah tiene razón-me sorprendió Arturo-La próxima vez no pares y así me dejas manco.
Volvía a ser el de antes.
-Exagerado-acusé-No fue para tanto.
-¿Quieres probar?-torció el gesto.
Hice un gesto con la mano y me alejé.
Rewth se acercó.
-Déjalo, está enfadado. Será mejor que nos vayamos antes de que empecéis una guerra entre vosotros-bromeó.
No me reí.
Para el final del día, me sentía agotada. Habían sido demasiadas emociones recuperadas y cambios. No podía negar que aunque todo hubiera cambiado, me sentía igual que siempre que estaba con Pablo, la misma chica enamorada, feliz, sólo yo. Yo, la chica que había tenido la suerte de encontrar a la persona con la que quería compartir su vida. Yo, que había tenido la suerte de que mis sentimientos fueran correspondidos.
Esa noche no me apetecía dormir sola. Tenía ganas de que Pablo me rodeara con un brazo, abrazándome y sentirme a gusto. No podíamos hacerlo. Tendría que aguantarme.
Todavía no sabía si dormiríamos al aire libre o si nos hospedaríamos en algún sitio. Estando en una misión bastante secreta, no sería normal ir de sitio en sitio, como si fuéramos de ruta turística. Nos acercamos a un recodo del camino.
-Montaremos guardias-nos dijo Rewth.
-¿De verdad crees que a dos kilómetros de la civilización nos va a atacar alguien?-me quejé.
-Nunca se sabe. Prefiero que nos pasemos de precavidos.
-Si quieres dormir más, puedo ocupar yo tu turno-se ofreció Pablo.
-No hace falta…-sonreí, pensando que podíamos compartir nuestro turno mientras los demás descansaban.
Nos instalamos en apenas diez minutos. Cenamos algo de pan con carne curada.
Bostecé. Abrí mi saco y me acurruqué. Todavía faltaba un rato para el anochecer pero notaba los párpados pesados y me costaba mantenerme despierta.
Los chicos conversaban cerca de mí. Me habían disculpado sin problemas y habían dicho que me despertarían cuando fuera mi turno.
Me desperté con las primeras luces del día. Me estiré y me levanté. Observé a Pablo, cabeceando con la espalda apoyada en un árbol. Lo contemplé hasta que cerró los ojos, dormido como una piedra. Sonreí al darme cuenta de que había hecho mi turno. Me gustaba que hubiera sido tan cortés, aunque me molestaba porque debía haberme despertado. Saqué una manta fina de mi mochila y me acerqué en completo silencio. Lo tapé con cuidado de no despertarlo. Miré a mis espaldas. Estaban tan dormidos todos… Cogí un poco de agua y me lavé la cara. Empecé a recoger mis cosas.
Aklenk fue el primero en despertar. Se acercó por la espalda, sobresaltándome.
-Buenos días. ¿Qué hace Pablo durmiendo allí?-arqueó una ceja.
-¿Era el encargado de despertarme, verdad?-pregunté a mi vez.
-Sí.
-El muy listo ha hecho mi turno también y está agotado.
-Se nota que te quiere.
-A veces demasiado-repliqué.
-Estoy seguro de que en todo lo que dice y hace piensa primero en ti.
-Yo… yo no hago eso con él-observé, frunciendo el ceño.
-Tú eres más impulsiva.
Me reí.
-Será eso…
-Habrá que llamar a esos lirones…
-Ocúpate tú-pedí. No me apetecía soportar tan temprano el mal humor de Arturo.
Me peiné un poco y me desperecé. No sabía porque, pero notaba algo en el ambiente que no me gustaba.
Unos minutos más tarde, los tres estaban en pie. Pablo me sonrió mientras yo le lancé una mirada fulminante.
-Eres idiota-le indiqué en cuanto se acercó a mí.
-¿Qué te he hecho?-preguntó,  confuso.
-Mi turno, eso has hecho.
-Rencorosa.
-Imbécil.
Intercambiamos una mirada y nos echamos a reír.
Me tapé la boca con la mano y miré a nuestro alrededor.
-¿Estás segura de que no quieres decirlo?-me preguntó, sin censura alguna.
-¿Ahora?-tragué saliva.
-Solo si quieres, no te estoy obligando.
-Ya sé que no lo estás haciendo…
Esperó unos segundos antes de volver a abrir la boca.
-¿Te atreves?
-Sí.
Le cogí la mano. Nos acercamos a los demás.
Rewth ni se inmutó. Supuse que lo había sabido desde el principio, era el más inteligente. Aklenk me sonrió, no le sorprendía para nada. Arturo estaba de espaldas. Me mordí el labio. Sí, por momentos me daba igual que sufriera, sus sentimientos… Pero en cuanto lo pensaba durante más de dos segundos y dejaba de ser una egoísta, me arrepentía de todos mis sentimientos anteriores.
Se giró y me miró a los ojos. Fue una mirada fría, que me congeló por dentro.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Capítulo 9


A media tarde, entramos en un pueblo.
-Lo llevaré a mirarse eso-dijo Aklenk-Podéis adelantaros.
-No me pasa nada-protestó Arturo.
Torcí el gesto. Estaba bastante enfadada con él. Sí, ya sabía que él tenía carácter y que podía ser tan impulsivo como yo, pero me había hecho daño. No pensaba olvidarme tan fácilmente.
Nadie se molestó en tratar de llevarle la contraria. Siguieron caminando y se detuvieron delante de una puerta.
-Bájate-le ordenó Rewth.
Supuse que habló él en vez de su primo porque imponía más autoridad. O eso pensaba yo.
Arturo no se negó esta vez. Siguió con obediencia a Aklenk.
-Tengo que conseguir unas cosas que a lo mejor nos hacen falta para el viaje-nos dijo Rewth-Creo que este es el mejor sitio. Además de que hoy hay mercado-explicó-Dejaremos los caballos en casa de un amigo mío. Podéis ir a dar una vuelta mientras tanto. Os buscaremos, esto no es muy grande.
Asentí y le di las riendas de Bucéfalo.
-Mejor que vayáis juntos…-nos recomendó-Sé la costumbre que tienes de perderte-me guiñó un ojo.
Bufé.
-Si no quieres ir conmigo, da igual porque…-tartamudeó Pablo.
-No he dicho que no quisiera ir contigo-lo interrumpí, en un tono no demasiado malhumorado.
-Tranquila-se rió.
Di un par de pasos dubitativos, hasta que él se colocó a mi lado.
Nos alejamos de esa calle y entramos en otra bastante grande, con puestos a ambos lados y un agradable olor a comida.
Empecé a mirar las cosas: comida que consiguió hacer rugir a mi estómago, hermosos vestidos y joyas. Pablo se acercó a mirar unas espadas, sin perderme un solo segundo de vista. Siempre me había tranquilizado esa manera que tenía de protegerme, de hacer cualquier cosa sin perderme de vista.
Una mujer tropezó conmigo y se alejó sin disculparse, maldiciendo mi torpeza. Me acerqué por detrás a Pablo y apoyé una mano en su hombro.
-¿Qué miras?-pregunté, con cariño.
-Esto…-se giró y tardó en contestar-Espadas-parecía turbado al responder.
Mi corazón latía muy fuerte, más de lo normal.
Su pelo le caía sobre la frente, dándole un aire rebelde. Sus ojos relucían, verdes como un bosque. Una sonrisa empezó a extenderse por sus labios. En ese momento, ambos dejamos de ser conscientes de lo que hacíamos. No nos acordábamos de todos los motivos que nos habían separado, volvíamos a ser los de antes. Los de mucho antes. Me incliné hacia él, sin darme cuenta. Él agacho la cabeza, correspondiendo a mi gesto. Unos segundos más tarde, nuestros labios se rozaban. Primero, con delicadeza, un suave tanteo. Después, con avidez. Me sentí…completa después de mucho tiempo estando por trozos. Imaginé que así se sentirían las piezas de un puzzle hasta que las juntaban. Apenas fui consciente de que su mano se apoyaba en mi espalda, empujándome más hacia él. Yo le aparté un mechón de pelo, sin dejar de besarlo. Nos separamos cuando ya no podíamos respirar. Jadeé. Estábamos rojos como la grana. 
Vi que alguna gente nos miraba pero yo permanecí inalterable. Bueno…todo lo inalterable que podía estar tras un beso de semejantes condiciones con el chico al que había dejado unas semanas atrás y que había sido mi novio durante tres años.
-Apartémonos del medio-musitó Pablo.
Lo seguí hasta un rincón tranquilo.
Permanecimos unos minutos sin hablar, esquivando nuestras miradas.
-¿Qué significa esto?-me preguntó, por fin.
-Dímelo tú-repliqué.
Sin darme cuenta, tenía la piel de gallina y me mordía el labio inferior. Su mano, en un gesto distraído, me separó el labio de abajo, impidiendo que lo mordiera.
-Así mejor-me dijo.
-¿Vas a contestarme?-insistí.
-Vuelve conmigo, por favor-su tono fue de súplica.
-Pablo yo…-no supe contestar.
-Noah, te lo suplico. Te necesito a mi lado. Sin ti, no soy yo. Nunca podré serlo si no estás conmigo. Contigo, soy diferente. A tu lado, todo tiene sentido. Cualquier cosa sin explicación, que pueda parecer un milagro, deja de serlo en cuanto te miro, tú eres un milagro. Eres perfecta. Siempre has sido lo mejor que me ha pasado. Por favor…-se detuvo unos segundos. Yo apenas podía hablar-No me digas que no has querido besarme ahora.
-Sí he querido hacerlo. Pero eso no cambia nada… Recuerda porque…-empecé, tratando de disuadirlo. Estaba segura de que terminaría por ceder, si seguía de ese modo.
-¡Tú solo recuerdas las cosas malas! Yo prefiero recordar las buenas, las que hacían que todo lo demás valiera la pena.
-No puedo olvidarme de ellas-argumenté.
-¡Sí puedes! ¿Crees que yo no he tenido motivos para sentirme herido o estafado o…? Los he olvidado por ti.
Me sentía atrapada. Volvía a estar en una encrucijada y debía tomar una de las decisiones más difíciles a las que me enfrentara. ¿Qué hacer?
-Sólo escúchame-continuó-Sé que me quieres. También sé que Arturo es importante para ti-no me molesté en interrumpirlo-Quiero que seas feliz. Pero me parece que con Arturo no lo serás jamás. Y a lo mejor conmigo tampoco, aunque puedes estar segura de que haría todo lo posible e imposible para conseguir que sonrieras cada segundo de tu vida.
¿Qué podía decir ante aquello? ¡Cualquier chica estaría enamorada con menos! Pero yo no era ``cualquier chica´´ Yo era la chica que había podido disfrutar tres años a su lado y lo había mandado a paseo. ¿Una chica así lo merecía?
-Y, no digas que no me mereces ni nada por el estilo. No sé si alguna vez te has mirado en un espejo, pero eres genial, perfecta. Cualquiera con ojos en la cara lo vería.
Me estaba convenciendo. Me convencía de que era la persona perfecta. La persona más perfecta que había conocido.
-Por favor…-susurró, agachando la cabeza-No pretendo forzarte, ya lo sabes.
Me quedé paralizada. ¿Qué hacía, qué decía? ¡Debía decidirme!
Si le hacía daño ahora, podría considerarme la peor persona del Universo. Si lo dejaba pasar, también lo sería.
-¿Y Arturo?-sólo era una excusa para ganar tiempo.
Notaba el cerebro paralizado y me parecía oler a humo. Mis conexiones intercerebrales comenzaban a fallar por sobrecarga.
-No será un inconveniente si de verdad me quieres. No pienses en eso. Sólo preocúpate de darte cuenta de si quieres que estemos juntos.
Lo deseaba. Deseaba volver a besarlo. Deseaba que me abrazara. Deseaba que me hiciera rabiar, deseaba caminar de su mano. Lo deseaba tanto que me dolía, que un cosquilleo me recorría por dentro.
No quería decir que sí. Sabía que, tarde o temprano, volvería a hacerle daño.
Antes de que fuera capaz de darme cuenta, ya había respondido. Me observaba, incrédulo.
-Sí, claro que sí, ¿cómo te iba a decir que no?-suspiré. Estaba casi llorando.
-Antes, quiero preguntarte…-se detuvo.
-Pregunta-le pedí, sorbiendo los mocos que comenzaban a caerme y pasándome el dorso de la mano por los ojos.
-¿Estás segura? No quiero que lo hagas por lástima… ¿De verdad me quieres?
Me dieron ganas de gritarle, pero en vez de eso, me acerqué a él, a su oído:
-No, no te quiero, te adoro. No puedo vivir sin ti ¿lo sabes?-le susurré.
Se apartó un poco para mirarme.
-¿Y hasta ahora…?-suspiró, sin terminar de creérselo.
-Todo es diferente si estás conmigo. Deberías saberlo ya-le sonreí.
Sus ojos se iluminaron.
Me acarició con delicadeza el pelo.
-No le digamos nada a nadie por ahora ¿vale?-pedí-Y hagamos como antes, no hablemos más de lo necesario y nada de mimos ¿queda claro?
-Sí…Pero no sé porque tenemos que ocultarnos-protestó.
-Por los demás.
Aceptó, pero se inclinó a besarme por segunda vez. Sus labios consiguieron acelerar mi corazón de tal manera que pensé que se me iba a salir del pecho.
-No creo que puedas llegar a imaginar como te añoré. Era como si no estuviera completo…-su voz se fue atenuando hasta convertirse en un murmullo.
-No pienses en ello ahora-lo calmé-Sigamos paseando.
Aceptó de buena gana.
En una primera impresión, el mercado me había parecido un lugar bonito. Ahora, se había convertido en el mejor lugar del mundo, maravilloso era poco.
-Sigo sin creerme lo que acabamos de hacer-suspiré, apretándole con fuerza la mano. Me devolvió el apretón.
-No sabes lo contento que estoy de poder hacer esto otra vez…-se inclinó para besarme.
En cuanto se separó, me mordí el labio para no echarme a llorar.
Me apartó el pelo de la cara.
-Sabía que no podíamos acabar así-me dijo.
-Di la verdad, no lo sabías-refunfuñé.
-Tenía una vaga idea-se rió.
-Tonto-lo empujé.
-Boba-me devolvió.
No sabía como había resistido tanto tiempo sin tocarlo, sin sentirlo tan cercano, tan conectado a mí.
-Creo que es mejor que nos vayamos a un sitio tan íntimo o que nos soltemos las manos…-aventuré.
-Voto por ir a otro sitio-me guiñó un ojo.
Aceleramos el paso. Nos metimos por la primera calle más estrecha que vimos. Al fondo, había una pequeña plaza desierta con una fuente. Troté hasta el borde y me senté. Pablo se puso a mi lado apenas unos segundos después.
Miré mi reflejo y me sorprendió verme más guapa. Mis ojos brillaban de una manera diferente.
Metí la mano en la fresca agua y contuve una sonrisa. La mojé bien y me aseguré de que Pablo estaba distraído. Le mojé toda la cara en un gesto rápido y preciso. Se giró, sorprendido. Formó un cuenco con las manos y las llenó de agua. Me las vació por la cabeza. Solté un grito y me lancé a por él derribándolo. Casi caemos los dos en la fuente, si no fuera porque él se apoyó en el brazo y nos sujetó a los dos.
-Ten más cuidado, no creo que te guste volver empapada y tener que darles explicaciones a los demás.
-Siempre pondría contar la verdad.
-Claro: estoy empapada porque Pablo yo hemos vuelto y queríamos un poco de intimidad y la encontramos en el borde de una fuente, empezamos a tontear, lo empujé y nos caímos-imitó mi tono de voz.
Le saqué la lengua.
-No me apetece seguir con esto…-murmuré.
-¿Qué?-me miró, alarmado.
-Lo de ir al Norte. No te preocupes por lo otro, mis sentimientos están muy claros-lo besé en la mejilla.
-Eres adorable-suspiró.
-No. Tú sí que eres perfecto-me reí. Hacía tiempo que no teníamos una discusión de ese estilo, desde bastante antes de haberlo dejado.
-Calla, señorita perfección-me besó de nuevo.
-Serás imbécil…
Nos levantamos y volvimos al lugar de antes. Esta vez, nos cuidamos de estar ligeramente alejados el uno del otro y de no parecer…felices juntos.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Proyecto Apadrina un Blog

¡Hola, mis queridos blogger@s! Vengo por aquí para avisaros de una nueva iniciativa a la que me he apuntado, que consiste en apadrinar un blog. Garonne ha sido la que ha comenzado con  esta maravillosa idea, podéis verlo entrando aquí. Os diré a quien he apadrinado :3 El blog es Destinos Cruzados y ha empezado hace nada con este nuevo blog y esta nueva historia (que realmente promete). Ya tiene otro blog: Tan cerca de mí, tan lejos de ti . Os animo a que sigáis sus escritos, además de que es muy majo ^^ Me comprometo a ayudarle en todo lo que me sea posible :) Espero que os unáis a esta genial iniciativa, que une un poquito más a todos los bloggeros.
Ah, por cierto, yo en seguida seré apadrinada por él ^^

viernes, 19 de octubre de 2012

Capítulo 8


No fui capaz de contener una exclamación antes de correr a abrazarla. Ella soltó un gritito cuando la rodeé.
-¡Cuánto tiempo!-reí, encantada-¿Qué tal, pequeña?
Ella se puso colorada. Sonreí ante su timidez.
Escuché que la puerta se cerraba con fuerza. No tardaríamos en partir.
Le revolví el pelo y me giré.
Pablo y Arturo salían ya, con las últimas cosas que nos llevábamos.
-¿A dónde vais?-se interesó Lésira.
-Hummm…-¿podía decírselo? Supuse que no-Vamos a jugar al escondite-dije finalmente, con una sonrisa cómplice.
-¿Puedo ir?-me pidió, con ojos suplicantes.
Negué con la cabeza.
-Vas a jugar de otra manera-expliqué-No le dirás a nadie que nos has visto ni donde estamos ¿entendido?-le guiñé un ojo, como si todo aquello no fuera más que un juego.
Asintió, complacida al poder participar.
Me acerqué a Pablo y Arturo.
-¿Nos vamos?-pregunté.
Ellos asintieron. Respiré un par de veces, mirando a mi espalda.
Finalmente di un par de pasos adelante y les indiqué que estaba lista.
Al final, yo había conseguido llevar a Bucéfalo. Había vivido demasiadas aventuras con ese caballo paran que no me acompañara también en esa.
Me monté sin ninguna ayuda. Aunque la necesitara, no se la pediría a ninguno de los dos.
-Es mejor que no canses a Bucéfalo hasta dentro de un rato-me dijo en tono de recomendación Pablo.
Me bajé a regañadientes mientras apretaba los dientes. Tenía que hacerme a la idea de que iba a pasar mucho tiempo con ellos y que no podría encerrarme en una habitación o huir a la parte trasera de la casa. Tendría que soportarlo.
Caminábamos en silencio, lo mejor en esa situación. Cada vez nos acercábamos más a la salida. Aquel lugar por donde habíamos llegado y nos habían capturado. Me estremecí sin desearlo.
Aklenk y Rewth estaban ya allí. Aklenk parecía algo intranquilo pero Rewth se mostraba firme y decidido, como si hiciera esas cosas a diario. Ambos llevaban un caballo sujeto por las bridas. El de Aklenk era una yegua de color arena, con aspecto tranquilo. Aklenk llevaba un semental bayo. Me calmó un poco que estuvieran ahí.
-¿Qué llevas ahí?-pregunté, señalando una especie de caja alargada y no demasiado ancha que sujetaba su caballo a un lado. No me imaginé montar con esa…cosa debajo de un flanco.
-Espadas. ¿Os habíais olvidado de mis entrenamientos?-sonrió.
-Esperaba que los aplazaras o algo…-confesé.
-No, un buen maestro nunca cancela sus clases y sabe enseñar en cualquier lugar.
Acepté su afirmación.
-Vamos, no perdamos más tiempo-se impacientó Arturo.
Rewth se encogió de hombros y comenzó a guiarnos delante. Seguimos recto.
-¿Cómo has conseguido traer el caballo de la reina?-me preguntó, curioso.
-Insistiendo mucho. Y habiéndole salvado la vida. Supongo que también influye-expliqué, relajada.
-Yo no estaba en palacio cuando sucedió…-habló para sí, en voz baja, lamentándose.
-Mejor que no estuvieras-susurré.
-Ah, sí, perdón. Para ti no debió de ser agradable.
-Lo opuesto a agradable. O peor.
Sacudió la cabeza.
-Yo no entiendo como no mandaron a unos soldados experimentados en vez de a vosotros…
-Es una profecía. No podían enviar al primero que pasara.
-Supongo que tienes razón-admitió.
-Claro-usé esa modestia que me caracterizaba y lo hice reír.
En ese corto espacio de tiempo ya nos habíamos alejado bastante, cuesta arriba. El calor empezaba a resultar sofocante y todavía no era ni mediodía. Miré de reojo a nuestras espaldas. Arturo charlaba animadamente con Aklenk y Pablo estaba silencioso, sin mirar a nadie durante más de tres segundos seguidos.
Respondí con evasivas a todo lo que me decían, no quería hablar. ¿Debía acercarme a Pablo? Me molestaba que estuviera solo y no hiciera nada por acercarse a los demás. Después de la pequeña pausa que hicimos para comer me acerqué a él, cuando estábamos descansando.
-¿Porqué no hablas con Arturo o con Aklenk o Rewth? O conmigo, si quieres-le sonreí.
-No me apetece-no me miró.
-¿Se puede saber que te pasa ahora?-le pregunté, exasperada.
-Estoy preocupado por ti-me gruñó.
-¿Por mí? ¿Qué me pasa ahora?-me miré de arriba a abajo: estaba bien.
-Vas a correr mucho peligro…Tengo un mal presentimiento-confesó finalmente.
-¿Un presentimiento? Te creía algo más sensato-me burlé.
-¿Has pensado aquello?-me abordó.
Tardé unos segundos en percatarme de a que se refería.
-Pienso que no es el mejor momento para hablar de esto…
-¡Eh! Vosotros dos, vagos-nos gritó Rewth.
Habíamos parado en un camino y nos adentráramos unos metros en el bosque, intentando evitar las miradas de los curiosos.
Lo miré y vi que había abierto la caja de las espadas y las comenzaba a sacar y limpiar con un paño.
-¡Venid aquí, no os libraréis del entrenamiento!
Bufé ligeramente pero no protesté.
-Bienvenidos otra vez a mis cada vez más humildes clases-bromeó-Seguiremos con los movimientos básicos y si veo que habéis mejorado algo, pasaremos a pequeños combates entre nosotros.
Nos fue dando las espadas, más grandes según nuestra fuerza y tamaño.
-Podéis practicar con los árboles, pero tened cuidado con los golpes, ya que pueden romper las hojas.
Asentí y me acerqué a uno de aspecto delgado y enclenque.
Rewth siguió explicando en voz alta.
-Todas estas explicaciones os ayudarán. Debéis tener en cuenta que para manejar una espada se necesitan años y hay infinidades de tácticas empleables. Esto no os prepara ni mucho menos para una batalla o una lucha. También hay muchísimos elementos que intervienen, desde obstáculos a los factores climáticos. Claramente  con este aprendizaje estaréis ligeramente más preparados que si nunca habéis cogido una espada.
Moví la espada en horizontal y di de lleno en la mitad del tronco. Quise sacar la espada con rapidez pero se quedó clavada. Tiré con fuerza pero no conseguí nada. Algo avergonzada llamé con voz queda a Rewth.
-Nunca se da con tanta fuerza para perder el dominio-dijo con tranquilidad a la vez que liberaba mi espada. Buscó algún rayazo o muesca y al no encontrarlo me la devolvió.
-Lo intentaré a partir de ahora.
-Y procura dejar los brazos menos rígidos, de manera que los movimientos sean menos forzados y más espontáneos.
Eran muchas cosas pero procuré esforzarme. Al cabo de un rato, sofocada y agotada, me detuve a descansar. Rewth y Aklenk practicaban juntos. Me impresionó su maestría. Se notaba que Rewth era mejor Aklenk pero este tampoco era un novato. Se detuvieron tras un golpe seco.
-¿Puedo practicar yo también así?-les preguntó Arturo con los ojos brillantes. Los había observado todo ese rato o más, incluso.
-Ponte con Pablo-ordenó nuestro maestro.
Claro. No se iba a poner conmigo…
-Tened mucho cuidado, no quiero detener una hemorragia.
Como nadie me prestaba atención, seguí descansando aunque ya estaba recuperada.
Había notado cierta tensión entre ambos, pero no esperaba lo que sucedió a continuación. 
Empezaron tanteándose, meros roces. Poco a poco fueron enfureciéndose. Los ojos de ambos relucían de ira. Arturo golpeaba con rabia, apretando los dientes. Pablo, en un principio, se limitaba a defenderse pero poco a poco cedió ante la furia y atacó. Me asusté y retrocedí a su paso.
Me pareció que se decían algo pero no lo pude averiguar.
-¡Chicos, parad!-la voz de Rewth denotando preocupación y mandato.
No hicieron gesto de parar y continuaron con más rapidez.
-¡Arturo! ¡Pablo!-bramó inútilmente.
Pablo evitó por los pelos un roce de Arturo y continuó, con energías renovadas.
Esta vez, Pablo parecía dispuesto a pasar por encima de Arturo a cualquier precio. Rewth se acercó, espada en mano. Sujetó a Arturo por la espalda pero este se soltó con rapidez y continuó. Me di cuenta de que parecía el Arturo impulsivo y gruñón del año anterior, no el chico maduro y serenado que había visto en los últimos tiempos.
Aklenk se movió también para tratar de separarlos. Yo me encontraba tan conmocionada que no era capaz de moverme. ¿Por qué se estaban tomando tan a pecho todo eso?
Cuando parecían a punto de ser detenidos por Aklenk y Rewth, Pablo golpeó a Arturo y dejó caer la espada. Su expresión parecía indicar que se había despertado somnámbulo y que, durante toda la pelea, no se percatara de lo que había hecho. El lugar donde Pablo asestó el golpe Arturo (cerca del hombro) comenzó a impregnarse de sangre. Me acerqué a él.
-¿Qué habéis hecho?-les gritó Rewth. Parecía a punto de perder los nervios y no me habría extrañado nada que le diera una bofetada a cada uno-¡Sois unos…unos…unos…!-se quedó sin palabras y paró de hablar para coger aire-¡Maldito el momento en que decidí enseñaros, maldito! No deberíais estar aquí, ninguno. Pensaba que Noah era la más impulsiva y menos razonable-no me mostré ofendida, tenía toda la razón-pero no, sois vosotros dos. ¿Cuántos años tenéis? ¿Cinco, seis…?
Arturo estaba ceñudo y Pablo, de pie, con los brazos colgando, parecía estar en cualquier otro lugar, desde el polo Norte hasta Miami si no fuera por esa cara de arrepentimiento que se había ido extendiendo por su rostro mientras Rewth les gritaba.
-Y no me digáis que esto lo empezasteis como un simple juego, aquí hay algo más. Si me lo queréis contar, adelante-se cruzó de brazos, esperando una explicación que no llegó-Me niego a entrenaros más mientras mostréis este comportamiento infantil. Noah-me llamó, infinitamente más calmado-Ven, te seguiré enseñando a ti.
Asentí y recogí mi espada. No le pregunté a Arturo como estaba ni a Pablo como se encontraba sentimental, lo conocía lo suficientemente bien para saber que se estaría odiando y daría lo que fuera por cambiar esa parte de su pasado.
-Levanta, te curaré eso-suspiró Aklenk-Creo que no es más que superficial… Como pasaremos pronto por algún pueblo, podrás ir a la curandera a que te mire.
Rewth parecía apenado. Me dio un par de instrucciones en voz baja y empezó a golpear mi espada con delicadeza.
-Creo que se te daría mejor un puñal-musitó, tras varios minutos.
-¿Qué?-pregunté, aunque lo había escuchado perfectamente.
-Tu arma, el puñal. Sujetas la espada muy cerca del cuerpo y se nota en los movimientos que es muy pesada y larga para ti. En una batalla, tendrás que utilizar la espada porque es más fácil detener los ataques de las mismas que con un puñal-explicó-Espera, probaremos.
Se acercó a la caja y extrajo un pequeño puñal de su interior. Se volvió hacia mí. Me parecía que estaba demasiado tranquilo, impasible.
Me lo tendió sin una palabra. Apoyé con delicadeza la espada en el suelo. Era pequeño, con la empuñadura suave, del color del cuero oscuro y refinado. Su filo era doble. Apenas pesaba, en comparación con la espada. La sujeté con firmeza y seguí las instrucciones de Rewth.
-Es tu arma-concluyó-Ya basta por hoy. Pongámonos en marcha.
Le ayudé a guardar todo.
-¿Qué piensas hacer con esos dos?-usé un tono de confidente, de amiga.
-No lo sé. Debería de dejarlos en cualquier lado… Son muy impulsivos, no durarían más de cinco minutos en una guerra de verdad.
-Pero no lo harás-recordé.
-Es verdad… Luego tomaré una decisión-me tranquilizó-¡Nos vamos!-gritó a continuación.
Arturo estaba sentado, con una venda alrededor del hombro y la camisa manchada.
-¿Qué tal estás?-me obligué a preguntar.
-Sobreviviré. Tu novio me ha hecho un buen corte-usó un tono despectivo que me dieron ganas de…de…de decirle a Pablo que volviera a coger esa espada y…
No sé que fue peor, si su tono o que usará las palabras ``tu novio´´.
Me alejé, airada. Pablo se merecía más que estuviera con él. Él había herido a Arturo, sí, pero Arturo empezó la pelea.
-Hola-lo saludé.
Estaba sentado con la espalda apoyada en uno de sus fardos y la cabeza hundida entre las manos.
-Hola-respondió, sin ganas.
-¿Te apetece hablar sobre lo de hoy?-fui amable.
Se encogió de hombros.
-Te sentará bien-aseguré-¿Porqué ha sido? No fue un entrenamiento.
-No debería decírtelo pero…-me sorprendió que cediera tan pronto. Le apoyé una mano en el brazo, instándolo a seguir-Ya hace tiempo que estamos así. Él no me soporta porque estuve contigo, porque eras mi chica, porque estabas conmigo en vez de contigo. Yo no lo soporto porque él te instó a que rompiéramos, por su culpa estamos así. Hoy…simplemente hemos explotado.
-Pablo…-susurré-Él no debería odiarte por eso. Yo estaba contigo porque quería, no me obligaste. En todo caso, debería detestarme a mí. Y tú… no rompimos solo por eso, ¿lo sabes?-usé un tono indulgente, idéntico al que usaría con mi hermana cuando esta era más pequeña.
-¡Claro que lo sé, Noah!-exclamó, incorporándose-¿Te crees que soy idiota?-estaba a punto de echarse a llorar, lo veía en sus ojos-¡Tengo que echarle la culpa a alguien! Y soy demasiado egoísta para admitir que todo fue por mí, por mi estupidez…
-Shh-lo detuve-Tranquilízate-le pedí. Me sorprendía ser la calmada, la tranquila, la racional por una vez. Cuando volví a hablar, no pude evitar la dulzura de mi voz-No es nuestra culpa. Es culpa del destino. ¿Quién te dice que yo no te diré que sí mañana o pasado? O que no lo haré-no quería darle esperanzas, ni yo misma me sentía así-Tenemos que seguir adelante. Y no guardarnos rencor. Estaré aquí para lo que necesites. No puedo hacer más.
No se contuvo y me abrazó.
-Siento todo este numerito, de verdad…No quería hacerle daño o sí pero eso no está bien…-hablaba tan atropelladamente que me costaba entenderlo.
-Yo no te tengo nada que perdonar-me separé y señalé a Arturo con la cabeza-Él si se merece una disculpa. Dile lo que me has dicho a mí-le sonreí.
Se levantó y me miró, agradecido.
Suspiré. Lo había hecho bien. Lo había conseguido. No había empeorado las cosas, había ayudado a dar un paso para mejorarlas. Me sentía orgullosa de mí misma. Ahora eran ellos los que debían dar el último, juntos. Tras unos segundos me di cuenta de la realidad: se habían peleado por mí. En vez de sentirme halagada, me sentía indiferente, hasta me parecía mal que lo hubieran hecho. Los vi hablar, tensos. Vi como se estrechaban las manos y respiré, aliviada. Temía que Arturo provocara otro enfrentamiento.
Rewth se mostraba respetuoso y no había insistido en el tema de irnos.
Cuando finalizaron, recogimos todo lo que quedaba por el suelo y nos marchamos.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Capítulo 7


Me desperté sobresaltada y sudorosa. Me incorporé, en busca de la pantera que debería haberme matado. Suspiré, aliviada. Sólo había sido un sueño, sólo eso. Reí.
-¿Qué ha pasado?-la puerta se abrió y entró Arturo. Por unos momentos, había esperado que fuera Pablo, que todo volviera a ser como antes…
-He tenido una pesadilla. Sólo eso.
-¿Estás bien?-me preguntó, entrando y cerrando la puerta.
Me molestaba tanta atención por su parte. El único que se preocupaba de ese modo por mí, era Pablo. Me obligué a recordar que todo eso había pasado, terminado, y que nada volvería.
-Claro que estoy bien. ¿Ves que esté llorando?-espeté.
-Se puede estar mal sin llorar, para tu información-respondió, en tono hosco. Me recordó al Arturo que yo había conocido, al verdadero.
No contraataqué, enfadada. Se sentó a mi lado, sabiendo que yo iba a hablar.
-Lo echo de menos-suspiré.
Era fácil sincerarse con él. Las palabras salían de mis labios antes de que fuera capaz de pensarlas.
-Es normal. Yo también la echaba de menos-suspiró, más hondamente que yo.
-¿Ya no? ¿La has olvidado? ¿La querías?-más que preguntas, parecía un interrogatorio.
-Las preguntas de una en una, periodista-bromeó.
-Háblame de ella, de tu vida-le pedí.
Me percaté de que pensaba que conocía a Arturo, pero no era así. No sabía como era su rutina, sus amigos, sus gustos. No sabía nada.
-Ruth era fantástica. Más alta que tú-entrecerré los ojos, no me gustaba hablar de mi baja estatura-Te caería bien. Sus ojos eran verdes, parecidos a los de Pablo. Su pelo era rojizo, precioso, suave. Pero lo que realmente me gustaba de ella era su personalidad. Simpática, bromista, podía convencer a todo el mundo para que hiciera lo que ella quisiera, era emprendedora, testaruda-me miró con las cejas alzadas y aparté la vista, incómoda-Le gustaba tocar el bajo, íbamos a montar una banda, por absurdo que suene.
Observé como se transformaba al hablar de ella: melancólico, tranquilo, sus ojos adquirían un brillo soñador.
-¿Cómo la conociste?
-Oh, no esperes una historia como la vuestra, tan romántica-me advirtió-Nos conocimos por un amigo mío. Nos invitó a una actuación de un grupo que versionaba a Queen, Metallica, Nirvana… Eran bastante malos-rió-Lo pasamos bastante bien criticándolos. Intercambiamos los teléfonos y empezamos a hablar… Un día le pedí salir y, bueno, lo demás no te interesará.
-¿Te gustaría haber seguido con ella?
-Sí, supongo, no lo sé…-titubeó-Tú…-se detuvo.
-Nunca me habrías conocido-le dije-¿Te lo imaginas?
-La verdad es que no. Ruth, tú…las dos sois maravillosas, de formas diferentes.
-Siento no saber que decirte en estos momentos-confesé, nerviosa.
-No tienes que decir nada. Yo digo esto porque quiero.
-Cuéntame más cosas-pedí, tras unos momentos.
-¿Más cosas sobre qué?
-Sobre ti, tu vida, tus amigos, tu familia, todo.
-Siempre viví en la misma ciudad. Siempre acudí al mismo instituto. Desde que tengo memoria he acudido a clases de taekwondo. Tengo varias medallas en mi habitación. Quería aprender a tocar la batería el verano pasado, a la vuelta de las vacaciones. Se me dan bien las Matemáticas y la Física. Nunca me han gustado los idiomas ni la Biología. Escucho Metallica desde la cuna, prácticamente. Quería ser físico nuclear.
La mitad de las cosas que decía, no las llegaba ni a imaginar.
-¿Te sorprende?-preguntó, tras mi repentino silencio.
-Siendo sincera, sí.
-Habla tú ahora.
-¿Yo? ¿Qué quieres que diga?
-Cosas como las que yo he dicho.
Pensé unos segundos, antes de empezar.
-Vivo en una ciudad pero veraneo en un pueblo. Tengo una hermana. Y un perro en el pueblo. No se me dan bien los deportes. Siempre me gustó el pueblo porque estaba Pablo. Nunca necesité nada más. Tal vez, unos veranos más largos, o más tiempo al lado de él, pero no podía quejarme. Era demasiado perfecto todo. Ya sabes lo que pasó-me interrumpí.
-Creo entender que los dos éramos más felices antes de conocernos-me dijo.
Asentí.
-¿Se arreglarán las cosas algún día?-pregunté en voz baja.
-No lo sé-fue sincero.
Estaba segura de que Pablo hubiera dicho: claro que sí, no pasará nada malo, yo cuidaré de ti o algo por el estilo. Arturo no mentía por protegerme. ¿Cuál de ellos era mejor? No lo sabía. A veces uno necesita saber la verdad, otras, que le mientan por su bien.
Las dos respuestas eran aceptables.
-¿Recuperaremos algún día la normalidad?
-Noah, no lo sé…
-Tú puedes-acusé-Puedes irte. Tienes la ciedyalna.
-¿Y os dejo aquí? Sabes que no soy así.
-Pablo y yo lo preferiríamos-contesté, dura. Quería conseguir que se fuera, no era su problema-Hemos sobrevivido sin ti-me dolió decírselo. Sabía que Pablo estaba en la habitación de al lado (o donde quiera que anduviera) gracias a él.
-¿De verdad lo crees?-su semblante estaba repleto de dolor.
No fui capaz de hablar.
-En serio, lárgate-me costó unos minutos reunir la fuerza de voluntad para decírselo-Vuelve a tu casa, invéntate una excusa, recupera a Ruth, aprende a tocar la batería, monta un grupo, estudia Ingeniería. Olvídate de nosotros, de Layndeian, de todo esto. Serás capaz de hacerlo, lo sé.
Agachó la cabeza, sin mirarme durante un largo rato.
-No podré hacerlo, no soy tan insensible.
-¡Vuélvete así! Olvídate, déjanos en paz. Es nuestra guerra. Perdón, no es nuestra guerra pero menos lo es tuya.
-¿Qué vas a hacer si no me quiero ir?
Ahí me había pillado. No podía echarlo. O tal vez sí.
-Podré conseguir que te vayas. Hablaré con Pablo, con Valeria, con Lysia, con Shylia, con Aklenk, con Rewth, con quien haga falta. ¿Acaso crees que no podrían obligarte?
Parecía bastante triste.
-Si no te has ido en una semana, lo haré.
-¿De verdad te consideras tan importante? ¿No necesitan aliados en esta guerra? ¿Prescindirán de mí tan fácilmente?
-Convenceré a Pablo y a él si le harán caso.
-¿Esperas que después de lo que está pasando vaya a seguir haciendo lo que tú quieres?-atacó.
-Nunca ha hecho lo que yo quería-me defendí, herida.
-¡Sabes que sí! Si no hacía lo que tú le pedías, te enfadabas o le gritabas. Te ponía las cosas demasiado fáciles.
-¿Cómo eres capaz de decirme esto?-sentía unas inmensas ganas de llorar-¡Le he dejado por tu culpa! Le he herido por tu culpa-comprendí-Desde el primer momento, has intentado que lo dejara, decías que debía hacer lo que fuera mejor para mí, que él me comprendería si decidía alejarme…-me horroricé. ¿Podía haber actuado por un impulso? O, peor aún ¿por su insistencia en el tema?
-No es así. Tú dudabas de tus sentimientos, yo te aconsejé, la decisión fue completamente tuya.
Me levanté y salí corriendo, incapaz de soportar un segundo más esa presión. Sin darme cuenta de adonde iba, entré en la habitación de Pablo. Deseé que no estuviera allí pero no tuve tanta suerte.
-¿Te pasa algo? ¿Por qué lloras?
En vez de responder o calmarme, prorrumpí a llorar más desesperadamente.
Se levantó y me rodeó los hombros con el brazo.
-Puedes hablar conmigo-suspiró.
No le hice caso, seguí llorando.
-Por favor, deja ya de llorar-me suplicó, una eternidad más tarde. Su brazo seguía sobre mis hombros en un gesto protector-No te he visto llorar tanto desde…nunca-reconoció.
Me limpié los ojos con la mano derecha.
-¿Me vas a contar lo que te pasa? Haría lo que fuera por ayudarte.
-¿Pese a todo lo que hice?-pregunté en voz baja.
Asintió.
-Es…sobre ti-empecé-O sobre nosotros. Y sobre Arturo. Sobre todo.
-Me parece que será una larga historia.
Empecé, despacio, con voz apenas audible. Le conté todas las dudas que había albergado, todo lo que había sufrido, mis conversaciones con Arturo, su confesión, que lo echaba de menos, que creía que me había precipitado.
Cuando terminé, en vez de llamarme estúpida y mandarme a paseo, o maldecir Arturo, me miró con cariño.
-Siento no haber sabido como tratarte y que por mi culpa hayas sufrido. Comprendo que Arturo se haya enamorado de ti. No sé si él ha precipitado nuestra ruptura. No sé que debes hacer. Quiero ayudarte. No debes sentirte sola. Siempre podrás confiar en mí.
-Eres la mejor persona que he conocido jamás ¿lo sabes?
Me sonrió.
-No creo que sea para tanto…
-¡Sí lo es! Vale, ha habido veces que no me has tratado demasiado bien, pero estabas preocupado, nervioso. ¡Yo te he tratado peor en infinidad de ocasiones por minucias! Tenías tus razones para actuar así. Yo te he dejado y ahora te digo que no sé si he hecho bien.
-¿Pretendes decirme que quieres que volvamos a estar juntos?-me pareció detectar una nota de alegría en su voz.
No quería decepcionarlo.
-No lo sé. Necesito algo más de tiempo. ¿Estarías dispuesto?
-¿A esperar? ¿A volver contigo? Sí a las dos cosas.
-¿Cómo…? Serías más feliz con otra persona que te merezca más-pensé en Valeria.
-¿Por qué crees eso? Eres increíble, aunque te hayas equivocado. ¿Piensas que otra chica habría acompañado a su novio a una aventura que puede conseguir que muera? ¡Y dos veces!
-Cualquier chica lo haría por alguien como tú-me limité a decir.
-Qué inocente eres a veces-rió.
-¿Has visto a Valeria? ¡Te adora!-espeté.
No me respondió.
-Perdón. No quería decirlo…Ya me conoces.
Sacudió la cabeza.
Me sentía más a gusto tras haberme sincerado, en paz.
-Soy un poco tonto, pero me doy cuenta de algunas cosas.
-Creo que ella te merece. Más que yo.
-Intentó matarte. Y casi me mata a mí. ¿Me merece más que tú por eso? Lo siento, te pareceré un rencoroso pero no. Además de que no sería capaz de estar con alguien diferente a ti.
-Sólo han sido tres años de tu vida…-me disculpé, sus palabras sonaran demasiado serias, angustiadas.
-¿Sólo han sido tres años? El amor no se mide en años, si no en sentimientos experimentados-replicó, muy seguro de si mismo.
-Dejémoslo-pedí.
-Algún día tendremos que volver a hablarlo.
-Pero no hoy-afirmé con determinación.
La puerta se abrió y apareció la persona que menos me apetecía ver, Arturo. Pablo me miró de reojo pero no habló.
-Valeria me ha dicho que bajemos. Tenemos algo que hacer.
-¡Espera!-lo detuve cuando se marchaba-¿Sabes algo más?
Negó con la cabeza, dirigiéndome una mirada dura.
Pablo se levantó.
-Puedes quedarte aquí si quieres, te lo contaré luego. No pasa nada-ofreció.
-No, quiero ir.
Suponía que sería capaz de ocultarme cosas sólo por protegerme y no pensaba quedarme al margen. Bajé tras él.
Arturo y Valeria nos esperaban al pie de las escaleras, conversando sin demasiados ánimos.
Interrumpieron la conversación (si es que podía llamarse así) y nos dirigimos todos juntos a un salón. Lysia nos esperaba, sentada. Mostraba un aspecto calmado, así que supuse que no eran unas noticias tan aterradoras como me había imaginado en un primer momento.
-Sentaros-nos pidió.
Dudé un momento. ¿Al lado de quien sentarme? Con Arturo no, seguía resentida, enfadada, dolida y confundida. Con Pablo, tampoco. Si pretendía que algún día estuviera con Valeria sería un error. ¿Con Valeria? Era la única opción que me quedaba, ya que Lysia estaba junto al brazo del sofá y Pablo había ocupado ese lugar. Apuré a sentarme a su lado y le dirigí una sonrisa tímida. Arturo ocupaba un lugar entre Pablo y Valeria, lo suficientemente alejado para que yo consiguiera pensar en otra cosa que no fuera nuestra reciente discusión.
-Os he hecho llamar para pediros un favor-se detuvo, mientras nosotros nos mirábamos, interrogantes.
-¿Desde cuándo pedís favores aquí? ¿Nos quedará otra opción? También podíais habernos pedido las cosas por favor el año pasado-repliqué, mordaz y cortante a partes iguales.
En cualquier otro momento, Pablo me habría dicho que me callara de una manera sutil y Arturo se habría reído, socarrón. Todos permanecieron callados, evitando mirarme.
-Tú si tienes otra opción. Si no quieres escuchar lo que vamos a decir, puedes marcharte ahora-me dijo con voz fría Lysia.
También sabía que, en cualquier otro momento, se habría tomado las cosas con más calma.
Callé.
-Ahora, si puedo continuar-me miró, retándome con la mirada a que la interrumpiera-Quería pediros que colaborarais en una misión extremadamente peligrosa.
¿Colaborar? Me costó contenerme, pero me parecía una injusticia. Nunca nos había pedido colaboración ni ayuda, nos habían obligado a dársela. Y ahora, tan cordialmente, venían a pedirnos… ¿qué? ¿Qué nos iban a pedir? Con tanta cordialidad, no podía ser nada bueno.
-¿Qué es?-se impacientó Pablo.
Yo no quería escucharlo. No me iba a gustar.
-Ir al Norte. Investigar. Tratar de arreglar las cosas con los cuilpands.
-¿No eran peligrosos? ¿Porqué nosotros? ¡Id vosotros!-exclamé, enfurecida.
-Ya te he dicho que puedes quedarte si quieres.
-Lo siento, pero ellos tampoco van a ir-señalé a Pablo y Arturo.
-No nos lo puedes impedir-me gruñó Arturo.
Apreté los labios, consciente de que no podía decidir por ellos.
-¿Podremos pensarlo?-le preguntó Pablo.
-Por supuesto, pero no tardéis demasiado en decir lo que queréis hacer.
A él si que lo trataba bien, claro.
-¿Podemos irnos a hablarlo entre nosotros?-la miré a los ojos durante un momento.
Se encogió de hombros.
-No tendríais que luchar-parecía que se sentía en obligación de decirlo para vivir tranquila.
Me levanté, dispuesta a irme para hablar razonadamente con Arturo y Pablo.
No me siguieron.
-¿Venís?-pregunté, cohibida.
-Yo ya lo tengo decidido, voy-dijo Arturo con tono impersonal, completamente carente de emoción alguna.
-¿Qué?-pude pronunciar.
¿Se había vuelto loco? ¡No sabíamos lo que podíamos encontrarnos! Era un peligro, una aventura que no estábamos preparados para vivir.
-¿Tú también vas?-le espeté a Pablo.
Meneó lentamente la cabeza, afirmativamente.
-¡Estáis locos! Sois unos inconscientes. ¡Idiotas!-les grité.
-Ya vuelve a gritar-murmuró Arturo, lo suficientemente alto para que lo escuchara.
Me giré, todavía más enfadada.
-¿Sabéis qué? Haced lo que queráis con vuestras vidas, olvidadme, no me dirijáis la palabra porque yo, me voy-exclamé.
Me marché a la carrera, dejándolos estupefactos. Comencé a guardar todas mis cosas. Me iría en ese mismo momento. Aprovecharía el revuelo formado para irme lejos, tratar de recordar el camino de vuelta a casa, no quería saber nada más con ellos. No pensé que haría para sobrevivir, para orientarme. Estaba llena de furia y, la mejor idea que se me ocurriera, era huir. Una idea muy cobarde, se mirara por donde se mirara.
En cuanto tuve la mochila preparada, bajé las escaleras con sigilo. No quería que intentaran detenerme. Tuve el suficiente sentido común para coger algo de comida y de bebida.
Era casi de noche. Apenas quedaba una hora de luz. Recordaba la salida del lugar. Me acerqué allí y me detuve en la linde del bosque para mirar atrás. Nadie corría hacia mí pidiéndome que me quedara, nada me ataba allí.
Me adentré entre los árboles a paso rápido. Me dio pena no haberme despedido de Rewth, de Aklenk, de Bucéfalo. Eran lo único bueno que había obtenido de Layndeian. Al cabo de un cuarto de hora, todos los árboles me parecían iguales y la noche se abría paso inexorablemente. En unos minutos no vería nada. ¿Debía acostarme? Me estremecí y saqué una chaqueta de la mochila. Unos minutos más tarde, la oscuridad me obligó a detenerme. Aunque tenía algunos objetos que podían proporcionarme cierta cantidad de luz, no quería golpearme. El lugar en el que estaba me parecía tan bueno como cualquier otro.
Extendí el saco y dejé las cosas a mi lado. Estaba nerviosa. Era la primera noche que pasaba completamente sola en el bosque. Siempre, anteriormente, estuviera con Pablo o Arturo a mi lado, protegiéndome. Quería estar alerta aunque, conociéndome, dormiría profundamente. En apenas unos minutos, conseguí cerrar los ojos, acurrucada. Esa noche, hacía bastante frío. ¿Había cometido una estupidez? Sí, desde luego que sí. Me entraron ganas de llorar. Unas lágrimas resbalaron por mis mejillas antes de que pudiera evitarlo. Me las sequé con el dorso de la mano.
¿Cómo se me ocurrían esas ideas? Siempre lo hacía todo mal, absolutamente todo. Era demasiado tarde para dar marcha atrás, tendría que pasar la noche allí. Imaginé que estaba en otro lugar, en una cama caliente, a salvo. Al no conseguir tranquilizarme, me incorporé. ¿Aquello fuera un crujido? ¿Esa sombra no era demasiado humana para pertenecer a un árbol? Me mordí el labio hasta que sangró.
Era muy tarde para volver y sabía que chocaría contra cualquier cosa. Sollocé. Tenía mucho frío. Me hice un ovillo y apreté con fuerza mi mano contra la mejilla. El viento soplaba con fuerza y agitaba hojas a mi alrededor. Tenía que ser una pesadilla, no había otra explicación.
Me pareció que algo húmedo caía sobre mi cara. Como ya estaba adormilada, me costó averiguar que era. Agua, lluvia. Llovía. No fui capaz de contener las lágrimas y rompí a llorar. No sabía porque lloraba, me lo merecía, me lo había buscado.
Estaba cansadísima. No encontraría ningún lugar a cubierto en ese lugar, por mucho que me esforzara. Supliqué que solo fueran unas cuantas gotas, pero no hubo suerte. Todo lo que no lloviera desde que llegara allí se descargó en aquel momento. En cuestión de segundos estaba empapada. Tenía ropa de repuesto pero no serviría de nada. Me cogería el frío al cambiarme y volvería a estar chorreando agua en menos de lo que dura un parpadeo. Debía quedarme quieta.
La impotencia de no hacer nada me paralizaba. Dejé de llorar, no serviría de nada aparte de que me encontraría peor y tendría los ojos hinchados y enrojecidos. Me quedé dormida tiritando, estaba congelada.
Me desperté a media noche. ¿Alguien había gritado mi nombre? Era imposible, me dije, mientras cerraba los ojos lentamente, encogiéndome sobre mi misma para conservar algo de calor.
Lo que sucedió después, fue confuso. Me pareció escuchar voces pero estaba tan cansada que no conseguía centrarme y despertar. También me dio la sensación de que alguien me levantaba del suelo. Percibí el calor de un cuerpo junto al mío y un suspiro de alivio. Volví a perder la cuenta de lo que sucedió después.
Cierto tiempo más adelante (no sabía si habían pasado minutos, horas o días) empecé a despertar. Me estremecí, tenía frío. Una mano caliente se posó en mi frente. Cuando se apartó, quise pedirle a esa persona que la volviera a depositar allí. Intenté abrir los ojos pero no lo logré. Transcurridos unos minutos, la persona que estaba en el cuarto se marchó (lo supe porque escuché la puerta cerrarse y su fragancia al pasar a mi lado) y me quedé sola y desprotegida. No me sentía a gusto, sufría un miedo atroz pero no tardé en dormirme de nuevo.
La siguiente vez que desperté, noté sensaciones que la vez anterior no había notado. Aquel sitio olía a hogar (o, por lo menos, a seguridad). Mi mano acariciaba una suave tela caliente, una sábana. Olía a alguna especie de sopa. Alguien sujetaba mi otra mano entre las suyas. Escuchaba una respiración regular, de alguien que probablemente estuviera dormido. Abrí los ojos y miré a mi alrededor. Estaba tumbada en una cama. A mi derecha, había una mesa baja en la que reposaba un cuenco que desprendía un aroma delicioso. Mi estómago rugió. Miré a mi izquierda: en una silla, estaba sentado Pablo, dormido. Sus manos rodeaban la mía, en un gesto protector. Su rostro mostraba preocupación, incluso dormido. Consiguió enternecerme. No quería moverme, quería verlo dormir un rato más.
Pero, ¿cómo había llegado yo hasta allí? Recordaba que me había marchado tras una discusión con Pablo y Arturo. ¡Arturo! ¿Dónde estaba? Me arrebujé con cuidado en la manta. También me acordaba de que lloviera pero después ¿qué había sucedido? Me moría de ganas de preguntárselo a Pablo aunque nada en aquellos momentos era más importante que verlo descansar de esa manera.
No había llegado a transcurrir un cuarto de hora cuando Pablo se despertó. Lo primero que hizo, fue mirarme. Vio que lo miraba y esbozó una pequeña sonrisa.
-Me alegro de que despiertes, es algo bueno-suspiró.
-¿Qué ha pasado?
-Necesitas descansar-objetó.
-Pablo-utilicé mi voz de ``no voy a parar hasta que me lo digas´´.
-Te lo contaré si me prometes que en cuanto termine descansarás.
Acepté.
-Acababas de pelearte con nosotros y dijiste que te ibas. Supuse que lo decías en broma, que no te atreverías a hacerlo y menos casi al anochecer-en su voz no parecía haber enfado, solo cansancio-Pero lo hiciste. Nosotros nos quedamos un rato más abajo. A la hora de la cena, no bajaste y nos preocupamos. No estabas arriba. Salimos a buscarte por el bosque, aunque era de noche. Los demás quisieron regresar, llovía a cántaros. Arturo y yo nos quedamos, estábamos preocupados. Rewth y Aklenk nos ayudaron. Cada vez era más tarde y no te encontrábamos. Estuvimos toda la noche. Por la mañana, el tiempo seguía igual y no habíamos encontrado ni una sola pista sobre tu paradero. Nosotros estábamos congelados y agotados. No quería regresar sin ti-me miró con los ojos verdes centelleando-Yo…me temía lo peor-como siempre, tan positivo-Pensé que podrías estar inconsciente o algo peor. Me obligaron a volver y descansar. Al cabo de unas horas el día se despejó y volvimos a salir. Te encontramos. No estabas tan lejos de nosotros. Nunca lo estuviste. Me alegré mucho al ver que seguías viva. Temblabas, muchísimo. Tenías fiebre y estabas inconsciente. Te cogí y te llevé hasta casa. Estabas empapada. No me dejaron quedarme todo el tiempo a tu lado cuando comprobaron lo enferma que estabas. Arturo también estaba preocupado y se sentía mal por haberte dicho todas aquellas…cosas. Llevas un par de días dormida. Has tenido muchísima fiebre. Yo…sólo quería que te pusieras bien-me dijo, tan inocentemente-Lo siento.
-No tienes que sentir nada. No sé como fui tan idiota de irme. Y, cuando empezó a llover, no supe que hacer y pensé que debía quedarme quieta. No me sentía bien y…-me callé.
-¿Tienes hambre?-me preguntó mientras señalaba el cuenco de la mesa.
Lo acepté y lo devoré en un par de cucharadas. Era una sopa deliciosa y espesa, que consiguió que me sintiera más a gusto.
-Me iré para que descanses-se levantó.
-Espera-supliqué-¿Quieres…quieres quedarte un rato más?
Me dijo que sí.
-Puedes…tumbarte a mi lado, si estás cansado o…-suponía que había pasado la mayor parte del tiempo a mi lado, lo conocía.
Me hice a un lado para permitirle acostarse a mi lado. En cualquier otro momento, su brazo me habría rodeado. Me parecía mal pedirle que me abrazara por lo que me limité a disfrutar su compañía de esa manera. Me acerqué un par de centímetros más a él. Me giré para mirar su cara. Tenía los ojos cerrados pero no estaba dormido. El pelo cobrizo le caía sobre la frente, estaba despeinado. Sin poder contenerme, se lo coloqué. Noté que se movía, sin llegar a apartarse. Me pareció que se relajaba mientras yo seguía acariciando su pelo. Tal vez eso era lo que quería creer. Me sentía tan a gusto que no quería separarme nunca de él. ¿Volvía a quererlo? Me negaba a admitir que, en mi escapada, me preocupaba no volver a verlo, que no supiera que lo quería. Pero no podía decírselo en esos momentos. No soportaría hacerle daño de nuevo. Él tenía que rehacer su vida con otra persona y olvidarse de mí. En esos momentos, me pareció que no íbamos por un buen camino. Sólo será hoy, me dije, mordiéndome el labio. En cuanto me encuentre mejor me alejaré.
No sé cuanto tiempo permanecimos así. Yo terminé por dormirme también, con mi mano rozando su pelo. Cuando desperté, horas más tarde, Pablo ya no estaba a mi lado. Me levanté y apoyé los pies descalzos en el suelo. Llevaba puesto un pantalón delgado (que no era mío) y una camiseta de manga larga, que abrigaba bastante. Salí de la habitación, temblando ligeramente.
Como siempre, acudí a la cocina. En ella estaban Lysia, Valeria, Pablo y Arturo, conversando en voz baja.
-¿Qué haces levantada?-me regañó Pablo-Te vas a enfriar-se levantó y se acercó, dispuesto a llevarme de vuelta a mi habitación.
Fruncí el ceño.
-Estoy bien-mi tono se endureció.
Arturo parecía evitarme.
-Noah, has estado muy enferma, debes descansar.
-Ya he descansado lo suficiente. Quiero saber de que habláis.
-Te lo contaré luego-aseguró, tratando de acompañarme hasta la habitación.
-Quiero escucharlo por mí misma-no quería que me lo contara él, porque estaba segura de que modificaría cosas si pensaba que me protegía.
-Maldita testaruda…-masculló-Iré a buscar una manta.
-Estoy bien-repetí, monótona.
Me ignoró y subió las escaleras. Me senté en una silla, la que anteriormente ocupaba Pablo. A mí derecha, Valeria. A mi izquierda, Lysia. Arturo estaba enfrente.
Nadie hablaba y empezaba a sentirme muy incómoda. Pablo regresó. Cubrió mis hombros con la manta y me dejó unos calcetines en el regazo. Me los puse, percatándome de que tenía los pies helados.
-Seguid hablando…-susurré, repentinamente cohibida.
Se miraron entre sí, dudosos.
Contuve un bostezo. No me hubiera costado decir algo que los incitara a hablar pero todavía me sentía algo enferma.
-Estábamos hablando sobre cuando se marcharán. Querían esperar a que estuvieras mejor-me informó Valeria, caritativa.
¡El viaje! No había pensado absolutamente qué haría.
Fruncí el ceño.
-Os acompañarán Rewth y Aklenk-dijo Lysia, sin prestarme atención.
Ellos no protestaron.
-¿Todavía…?-empecé en voz baja-¿Todavía puedo ir?-continué, nerviosa.
-No creo que sea lo más adecuado-me interrumpió Pablo.
-No te estaba preguntando si pensabas que fuera adecuado. He preguntado si podía ir. Y creo que no eres tú quien debe contestar esa pregunta, de todas formas-miré a Lysia, que parecía complacida con mi respuesta. Había demostrado que tenía agallas.
Escuché una risita ahoga y supe al instante que procedía de Arturo.
¿Me había pasado con la contestación? No.
No estaba teniendo en cuenta que me había salvado de morir y siempre seguía queriendo lo mejor para mí.
Unos remordimientos empezaron a adueñarse de mí pero los eché sin miramientos mientras Lysia comenzaba a hablar.
-Puedes ir, desde luego. Eres libre. Como si los quieres perseguir.
Me abstuve de dirigir una mirada de suficiencia al pobre Pablo.
-No os marchéis sin mí-pedí mientras me levantaba y volvía a mi habitación. Ya había dado suficiente guerra por un solo día.
Me dejé caer sobre la cama como un peso muerto. Estaba más cansada de lo que pensaba, todavía me sentía algo febril. No me tapé y enseguida comencé a seguir escalofríos. Me apresuré a meterme por dentro y a echarme la otra manta por encima. Así se estaba muchísimo mejor.
Me empezó a doler la cabeza. Me arrebujé más en la manta, deseando que se convirtiera en mi escudo contra cualquier mal.
¿Cuánto tiempo pasaría hasta que fuéramos al Norte? Me alegraba que Rewth y Aklenk fueran a venir con nosotros. A ambos los consideraba amigos. Y me fiaba de ellos, de que nos cuidaran y protegieran.
No era consciente de que ellos correrían los mismos peligros que nosotros.
En poco tiempo, estaba dormida, a pesar del dolor de cabeza.
A la mañana siguiente me informaron que en cuatro días nos marcharíamos. Nadie trató de insistir en que no fuera.
La mañana en la que partíamos me sentía perfectamente. Oculté mi nerviosismo durante el desayuno. Salí antes que los demás. Pablo estaba hablando con Lysia y Arturo…no tenía interés en saber lo que estaba haciendo. Los había evitado bastante bien en los días anteriores. No quería despedirme de nadie. ¿De quién iba a hacerlo? Me pareció oír unos piececitos correteando. Me sorprendí ya que no había visto a ningún niño rondando la zona. Miré a mi alrededor, tratando de localizar al causante del ruido. Una cara conocida no tardó en aparecer. Era…Lésira.